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La preexistencia de Cristo, Juan 8:48-59  

Jn 8:56-59 “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó. Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”

Como una última referencia al padre Abraham, Jesús lanza una sentencia que nos permite ver el regocijo del padre de la fe al recibir la promesa de un hijo (Génesis 12:1-3; 17:17-20), mediante cuya descendencia serían benditas todas las familias de la tierra. Algunos expositores de la palabra argumentan que Jesús refutaba a los judíos sobre la muerte de Abraham (v. 53), y alude así, al hecho de la inmortalidad de aquellos que sirven a Jehová Dios. Siendo que Abraham sigue vivo, entonces no hay por qué dudar que, efectivamente, estuvo al tanto de la primera venida de Jesús, y la vio, “y se gozó”. Aun sin entender las palabras trascendentes de Jesús, los judíos le increpan por lo que ven literalmente; claro que Jesús era un joven comparado con la vida del peregrinaje de su padre Abraham; sin embargo, ellos solo alcanzaban a ver al Jesús histórico, no a la persona eterna.

Nota doctrinal: A continuación, Jesús expresa una de las frases que apelan a su preexistencia: “Antes que Abraham fuese, yo soy”. Jesús demuestra con dicha frase que él es más antiguo incluso que Abraham, el gran patriarca de los judíos; el “antes” denota un tiempo infinitamente anterior a la vida histórica de Abraham, ya que el término “fuese” implica precisamente un tiempo. Sin embargo, el “yo soy” aplicado a Jesús, define una permanencia más bien indefinida en el tiempo, sugiriendo una eternidad. Antes de Abraham, Cristo es. El principio teológico que el evangelista Juan recalca aquí, en palabras elocuentes del mismo Cristo, es la preexistencia del Verbo (Juan 1:1), por sobre cualquier patriarca, incluso sobre el más respetado: Abraham.