El buen samaritano, 10:25-37  

Lc 10:29 “Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?.

Para el judío su prójimo era otro judío. Levítico 19:15-18 describe quién es el prójimo: “otro israelita”. Algunos piensan que David tomó a Betsabé por considerar a Urías el Hitita un “no-prójimo”, equivocación que a todas luces le costó muchísimo. Entre los escritos de la comunidad de los Esenios del Qumram, específicamente el 1QS 1: 9-10, se encuentra lo siguiente: "amar a todos los hijos de luz, cada uno conforme a su suerte en el consejo de Dios, y aborrecer a todos los hijos de las tinieblas según su culpa en la venganza de Dios ". Para el esenio sólo otro como él era un prójimo. El abogado de la narración busca inquietamente salirse del atolladero en que estaba, por su arrogancia. Debió decir lo que dijo aquél escriba de Marcos 12:32, 33: “Bien, Maestro, verdad has dicho, … que el amar a Dios y al prójimo, es más que todos los holocaustos y sacrificios”. En lugar de ello, el abogado sintió enojo pues se sintió exhibido.

De nuevo un bonito juego de palabras se entreteje en estas conversaciones. El abogado, al querer salir de la encrucijada hace una pregunta que deriva en una de las más bellas parábolas del Señor: la parábola del Buen Samaritano. El preguntó: ¿Quién es mi prójimo?