Parábola de la gran cena, Lc 14:15-24  

Lc 14:21-24 “Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo el siervo: Señor se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor del siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena”

La respuesta del anfitrión no fue la esperada. A la luz de las costumbres orientales de esa época, podría surgir un sentimiento de venganza. Sin embargo reacciona con una gracia prodigiosa.

“Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad”. El anfitrión envía a su siervo a la ciudad, esto implica que lo envía a la población en la que vive. A los suyos, pero a los más débiles o indignos de la sociedad. A aquellos que dependen de otros para vivir. El anfitrión envía al siervo con carácter de urgencia. Esto implicaría un gran esfuerzo y tiempo para llevarlo a cabo, pues no hay registro sobre cuánta gente debía invitar. El siervo va a cada uno de los lugares donde puede hallar a estas personas, mientras el anfitrión agranda los preparativos.

Para meditar: la diligencia y presteza en nuestro servicio deben ser característica ante la delicada y urgente labor, a la que hemos sido llamados. Este siervo se identificaba con el Señor, le importaba sobremanera el honor de su amo, su reputación pública. Así que esto también lo mueve a esa titánica labor. Qué mejor recordatorio para la labor de hoy en día.

“Y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos”. La orden de ir por estas personas es la respuesta a la ofensa directa. Esta clase de gente no podría devolverle la invitación al Señor anfitrión, es gracia pura, no hicieron nada para merecer estar en este banquete.

Esta es gracia, pero gracia con ciertos peligros. El anfitrión aunque demostró un espíritu de misericordia y justicia, aún tendrá que enfrentar la vergüenza pública y la crítica de las personas que le rechazaron, pues argumentarían que el Señor fue capaz de hacer un banquete sin ellos y solamente pudo hacerlo con este tipo de personas indignas y no comparables con ellos.

Precisamente esas fueron las reacciones ante la invitación de Dios que Juan y Jesús ofrecían: “Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores”(Lucas 7:34). Mateo 11:19 agrega “pero la sabiduría es justificada por sus hijos”

“Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa”. Para algunos intérpretes de este pasaje, los invitados “de los caminos y los vallados” representan a los gentiles. Pensando en los millones de necesitados espirituales, en años recientes Las Asambleas de Dios lanzaron una campaña mundial de evangelismo, utilizando las palabras de Jesús como lema: ¡Qué se llene mi casa! Los anales divinos habrán registrado los frutos humanos de ese esfuerzo.