Diez leprosos son limpiados, Lc 17:11-19

Lc 17:14-16“Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano"

Una vez recibida la orden de Jesús, estos leprosos accionaron en fe, pues no dudando corrieron hacia la aldea donde se encontraban los sacerdotes. Así como lo marcaba la ley: “cuando el leproso se limpiare: el sacerdote saldrá del campamento y examinará al enfermo y si este ya estuviese sano de la plaga de lepra cumpliría el ritual de limpieza” (Lv 14:2,3). Algo glorioso sucedió, pues en el camino fueron limpiados, la obediencia a la palabra que escucharon les trajo lo que anhelaban.

La palabra de Dios dice: “Dios mío a ti clamé y me sanaste” (Sal 30:2). La gratitud de este salmista no se hizo esperar y su lamento fue cambiado en baile, no pudo callar y cantó: ¡Jehová,gloria mía, gloria mía¡.
Al igual que los autores de otros salmos que recibieron lo que anhelaba su corazón (Sal 30:11,12; 103:1-4; 107:20-22; 116:12-15).

Ante tal milagro uno de los hombres no pudo callar, tenía que decirlo muy fuerte y que todos lo pudieran ver y oír. Corrió apresuradamente y al llegar ante Jesús se postró en un acto de rendición total, actitud de humildad y reconocimiento de que se encontraba ante un ser supremo.

Para meditar: Otros personajes de la Biblia hicieron lo mismo. Pedro, cuando se postró ante Jesús reconoció que era un pecador (Lc 5:8), Cuando Abraham se postró, Dios habló con él (Gn 17:3). Los magos se postraron al ver al niño reconociendo su majestad (Mt 2:11). El creyente agradecido también se postra ante Jesucristo para agradecer las bendiciones que recibe.