María visita a Elisabet, Lc 1:39-56  

Lc 1:41-45 “Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?  Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor”. 

Cuando Dios hace las cosas sobran las palabras, sólo con el saludo de María, el bebé saltó en su vientre; el Espíritu Santo la llenó y empezó a bendecir a María dando un mensaje profético que le confirmaba las palabras del ángel.

María fue el instrumento que Dios usó para cumplir lo dicho por el ángel a Zacarías sobre su hijo: “Será lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre” (1:15) porque en ese momento el bebé de Elisabet fue lleno del Espíritu Santo.

Dos cosas importantes dijo Elisabet reveladas por el Espíritu: “La madre de mi Señor”. Reconoció al Hijo de María como su Señor aun antes de nacer, no la llamó a ella mi señora, sino la madre de mi Señor, y “bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho”. No cabe la menor duda que Dios pone los medios para que su nombre sea glorificado.

Cuando la persona obedece y cree a la voz de Dios, se cumple la promesa.