Así pues, entra en escena la personalidad impetuosa y perversa de Herodes, tetrarca de Galilea, quien gustaba del sexo ilícito, de tal manera que era amante de Herodías, esposa de su hermano Felipe; la biblia no dice cómo Juan el Bautista conoció este hecho, lo que sí describe es la amonestación directa que hace este profeta del Nuevo Testamento a este siniestro personaje: “porque Juan le decía: No te es lícito tenerla” (Mt. 14:4). Como respuesta lo echó en la cárcel y a la postre, cuando celebraba su impío cumpleaños, en una bacanal, cedió a los caprichos de esa maligna mujer y de su casquivana hija, y su cabeza rodó a los pies de esas arpías.
Para Meditar: esa fue la paga para este ilustre siervo de Dios, y muchas veces sigue siendo el premio de aquellos “que se sostienen como viendo al invisible”, de los hombres y mujeres que proclaman y viven las verdades eternas del evangelio; que no ceden ni un ápice en sus convicciones. De los que saben que el mensajero es el mensaje y que el testimonio guardado es invaluable a los ojos de Dios. En los tiempos posmodernos, ya no es el hacha física la que amenaza la cabeza de los predicadores; sino la sutileza del aplauso, la seducción de la fama, la atracción de las riquezas, la aceptación de las leyes progresistas y el reconocimiento de las personas.