Genealogía de Jesús, Lc 3:23-38 (Mt. 1.1-17) 

Lc 3:23-38 “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí, hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José, hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai, hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá, hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er, hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim, hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán, hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón, hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá, hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor, hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala, hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán, hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios” 

He aquí la otra genealogía de Jesús descrita en la Biblia. (el evangelio de Marcos se inicia en la vida adulta de Jesús y Juan comienza en la eternidad, presentándolo como el Verbo de Dios). Como se cree, Lucas detalla la línea directa de María, su madre terrenal, y conecta el Jesús humano con la línea mesiánica hasta el tronco común de la raza humana, Adán. Esto habla de la intención de Lucas –único escritor no judío en el Nuevo Testamento- de incluir a todo el linaje humano en esta relación.

En las dos genealogías, la de Mateo y la de Lucas, se presenta a Jesús como también Pablo lo introduce en Romanos 1:3: “… su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne”. Estas genealogías muestran claramente que el Hijo de Dios también es el Hijo del Hombre. Así mismo, muestra el cumplimiento del pacto davídico descrito en 2 Samuel 7:12-16; 1 Crónicas 17:11-14 y Salmos 132:11. Como era la costumbre judía, en las genealogías de Jesús aparece José en primer lugar como cabeza del hogar que era. En los dos casos, la relación de nombres, por inferencia, da cuenta de la descendencia directa de María con la casa real de David y eso es sumamente crucial.

DIFERENCIA ENTRE LAS GENEALOGIAS

En la genealogía citada por Mateo se menciona a Jacob como el padre de José (Mt 1:16) y en la de Lucas, se nombra a Elí como el padre de José, (Lc 3:23) ¿Cuál es la posible explicación de esa diferencia?

La mayoría concuerda en que se trata de dos genealogías, la de Lucas es la de María y la que presenta Mateo es la de José. Lo importante es que las dos se unen al llegar a David y de allí siguen unidas hasta Abraham y desde luego hasta Adán (como lo menciona Lucas). ¿Dónde surgen las dos genealogías? Precisamente con dos de los hijos de David. En Mateo 1:6 se menciona a Salomón como el hijo de David y de allí se derivan sus descendientes hasta José (Mt 1:16). Salomón es el más conocido de todos y parecería que Jesús desciende de él; pero Lucas, al ofrecer “su genealogía” (3:31 y 32), menciona a Natán, uno de los hijos menos conocidos de David, como de quien desciende Elí, el último de la lista antes de llegar a José, (y María) y el Señor Jesús. (Lc 3:23).

Además de lo anterior, existe otra marcada diferencia entre las dos genealogías: En la de Mateo, “se desciende” a partir de Abraham hasta llegar a Jesús, mencionando por lo menos cuatro mujeres además de María. En la de Lucas “se asciende” desde Jesús hasta Adán (hijo de Dios, Lc 3:38) sin mencionar a ninguna de las cinco mujeres, incluyendo a María. Tan sólo se mencionan a los hombres en una conexión rápida, comenzando con Elí, hijo de Matat, hijo de Leví y así sucesivamente hasta llegar hasta Adán. No se usa la expresión “engendró a” como en Mateo.

Algunos piensan, que si en los tiempos neotestamentarios hubiera estado vigente la monarquía, Jesús hubiera sido candidato a ascender al trono como rey terrenal del pueblo de Israel. Sin embargo, el reinado profetizado para el Señor Jesucristo era universal, para toda la raza humana y por toda la eternidad.