En este caso, sí había tierra pero era demasiado delgada, pues abajo estaba pedregoso, no había profundidad. La semilla, a diferencia de la anterior, logró germinar, pero no tenía dónde obtener agua, la consecuencia lógica: se secó.
Los espinos nacieron juntamente con la semilla, crecen en el campo; son competitivos y tratan de abarcar todo lo posible del entorno en donde brotan, aniquilan a las plantas más débiles. La semilla logró también brotar pero terminó ahogada.
Varias lecciones se pueden extraer de esta parábola. Una de ellas es “esperanza”. No importa si la sociedad se pudre, se endurece, siempre, habrá tierra fértil. Ciento por uno: Se cree que en el fértil valle donde Jesús predicaba, los granos producían cosechas muy abundantes “de ciento por uno”, cuando el promedio en el resto de Palestina era de “10 por uno”. Dios nos ha llamado a ser fructíferos, a dar frutos dignos de él y a multiplicarnos.
Para meditar: El Señor remata con la típica expresión oriental que se ve en Apocalipsis 2: “el que tenga oídos para oír, oiga”, “El que tenga entendimiento que ahora reciba este mensaje”, “el que así lo desee, que reciba lo que le doy”. Se requería de verdadera humildad para recibir el mensaje en forma de parábola, y los orgullosos nunca han tenido, el gozo de alimentarse de estas eternas lecciones vestidas de hermoso ropaje parabólico. Bienaventurados los que somos cosecha de una semilla bien sembrada.