Ante la necesidad fuertemente expresada del hombre, Jesús no permanece inconmovible, primero le declara su sanidad salvífica y después la sanidad de sus ojos. Le ofreció la alternativa de regresar a su vida anterior, sin embargo dejó todo atrás, no como el joven rico (vr. 29-30) y siguió a su, ahora, maestro rumbo a Jerusalén.