La sanidad sucedió al instante, inmediatamente pudo oír, “y se desató la ligadura de su lengua”, una acción consumada. El milagro fue tan completo que, si bien una persona sorda normalmente no puede hablar o lo hace inapropiadamente por no poder oírse, la sanidad de Jesús quitó todo rasgo o secuela de la enfermedad; se fue con todo y las señales de que un día había esclavizado la vida de aquel hombre que comenzó a hablar cabal, correcta y apropiadamente.