Regreso de los setenta, 10:17-20  

Lc 10:18 “Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”.  

¿Qué significa esta frase? Jesús hablaba de Satán, de su caída y de la velocidad de caída: “como un rayo”, algo portentoso y violento. El problema para la interpretación estriba en el tiempo, ¿Sucedió en el pasado de ese momento mencionado?, ¿Sucedió al momento de la misión de los setenta?, o ¿Acaso acontecerá en un futuro? (Al recordar la manera de cómo profetizaban los hebreos encontramos que hay algo que se llama “pretérito profético”. Apc. 20:10 usa mucho el pasado para anunciar lo que aún no ha acontecido). El evento de la “caída de satán” en este pasaje, puede tratarse fácilmente de la expulsión futura de Satanás, del acceso que tiene actualmente ante el trono del Todopoderoso. El apoyo para esta idea la encontramos en Apc. 12:9 donde se menciona al Gran Dragón que fue arrojado a tierra (pretérito profético).

Pero la mejor interpretación de este pasaje la encontramos en el contexto mismo. Los setenta regresaron con la alegría de poder derrotar a los demonios, a este júbilo se les une Jesús y a continuación menciona la caída de Satanás de la que él mismo, afirma, es testigo. Se puede concluir a la luz de la narrativa que la estrepitosa derrota del diablo se iniciaba con el trabajo de los enviados del Hijo de Dios. Es decir, que la expresión interpretada sería de este modo: “mientras ustedes estaban predicando y sacando a los demonios, agentes del enemigo, podía ver cómo su jefe era abatido y caía como un rayo hacia la tierra, totalmente derrotado”.

Para meditar: Si los creyentes actuales usáramos los dones del Espíritu Santo con los cuales el Señor nos ha capacitado se verían más milagros auténticos. Hoy, muchas iglesias no manifiestan una sola liberación demoníaca en años. Pastores y líderes nunca han tenido la experiencia de orar por endemoniados y verlos libres, quizá se deba a la vida poco satisfactoria que se tiene y no darle lugar al Espíritu Santo en el ministerio. Que no nos suceda un día lo que padecieron los hijos de Esceva que, queriendo usar el nombre de Jesús como un amuleto o conjuro para liberar a un endemoniado, salieron golpeados, desnudos y humillados delante de la sociedad aquella (Hch. 19:14-17). La liberación de una persona poseída da verdadero gozo a los obreros y a la iglesia, además de infundirle una vitalidad única, todo por el poder del Espíritu Santo, quien debe recibir su verdadero lugar en la iglesia de hoy.