Jesús apela en primer lugar a los Escritos inspirados ya que no era un crimen lo que los discípulos habían hecho, según la ley (Dt. 23:25), arrancar espigas con las manos para comer al lado de las sendas donde caminaban no era un delito, era una provisión para quitar el hambre a los viajeros. Si hubieran usado una hoz sería considerado un robo, pero ellos tomaron con la mano solo lo básico para saciar el hambre.
Jesús rechaza las acusaciones hacia sus discípulos y menciona la historia en la cual la necesidad humana justificó una excepción a la ley (1 Sam. 21:1–6). Cuando David y sus hombres huían de Saúl, llegaron a Nob donde había un centro de culto. Tenían mucha hambre. David convenció al sacerdote Ahimelec que les diera el pan sagrado, este pan se colocaba en el lugar santo del tabernáculo en día sábado. Al reponerlo el sábado siguiente con pan fresco, los sacerdotes, solamente ellos, podían comer el pan viejo. Los fariseos conocían la historia, pero no habían sacado la conclusión correcta. Jesús introduce la pregunta ¿No habéis leído…?
Cada día de reposo se cambiaba este pan por panes frescos. Los panes añejos los comían los sacerdotes (Ex 25:30; 1 S 21:6). La regla era que este pan “santo” era para “Aarón y sus hijos”, esto es, para el sacerdocio, y definitivamente no para cualquier persona (Lv 24:9) pero Ahimelec se convenció que David tenía una misión de Dios y le dio el pan necesitado por este futuro rey así como para su séquito. David, habiendo entrado en “la casa de Dios”, esto es en el tabernáculo en Nob (1 S 21:1; 22:9) comió este pan. Si en aquella ocasión David tenía el derecho de pasar por alto una provisión ceremonial divinamente ordenada cuando la necesidad lo exigía, ¿no tenía el gran antitipo de David, Jesús, el ungido de Dios en un sentido mucho más excelso, el derecho de poner de lado una regla humana totalmente desautorizada acerca del día de reposo? 3
Para Meditar: Si un creyente va a ser estricto en guardar los mandamientos tiene que serlo respecto de su persona, no exigirlo de los demás. Es mejor ser un modelo de obediencia y misericordia estricto hacia nuestra propia conducta, para ser ejemplo a los demás. Cuando una persona señala a otro no se da cuenta que tres de sus dedos lo señalan a él. Jesús nos advierte de la gravedad de hacer juicios.
3 Hendriksen, W. (2007). Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo (p. 537). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.