Posterior al retorno del exilio de Babilonia, las autoridades religiosas agregaron cientos de “tradiciones” (parádosis, que significa: tradición, pasar de mano en mano; pasar a otra mano y/o entregar) que también denota tradición, y por consecuencia: las enseñanzas de los rabinos, interpretaciones de la ley, que por ellas quedaban prácticamente invalidadas.
Algunas de estas tradiciones enriquecían el significado de la ley, pero su objetivo era ayudar a comprenderla y no a sustituirla; sin embargo, en la práctica, su observación llegó a considerarse obligatoria.
El Lavarse las manos no se refiere solo a un acto de higiene personal, sino que elude a la purificación ritual. “La pregunta que Le hicieron a Jesús los dirigentes de los judíos ortodoxos fue: «¿Por qué tus discípulos no cumplen con las abluciones que establece nuestra tradición?» Hablaban de las tradiciones de los ancianos. Para los judíos, la Ley tenía dos secciones; la Ley escrita, que estaba en la Sagrada Escritura y la ley oral, que incluía aquellas deducciones como el lavamiento de manos, que los escribas y los expertos habían desarrollado a través de muchas generaciones. Todas estas elaboraciones constituían las tradiciones de los ancianos, y fueron consideradas tan obligatorias, como la Ley escrita.” (Comentario al Nuevo Testamento, Volumen II, Mateo por William Barclay)