Mateo 15:23-26 “Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”.

El particular silencio de Jesús reflejó el itinerario de su ministerio ya que inicialmente había sido enviado al pueblo de Israel – Marcos añade: “deja primero que se sacien los hijos” (Mr 7:27) describiendo la perspectiva histórica de la salvación; primero los judíos, después los gentiles.

Los discípulos le rogaron que la despidiera y podemos entenderlo en dos sentidos: primero, que la mujer causaba molestia por sus gritos además de ser portadora de una doble marginación. Por otro lado, les era molesto que fuera tras ellos implorando misericordia. Pensando positivo pudiera decirse que los discípulos se entristecieron ante la desgracia de la mujer, pero no se atrevían a decirlo.

“Los gentiles son llamados perros a causa de su idolatría, y los perros bebiendo sangre y devorando los cadáveres se vuelven rabiosos”. (Catena Aurea, Tomás de Aquino)

La expresión puede parecer confusa y obscura, pero en el contexto se aprecia el amor de Jesús hacia el necesitado, un corazón soberbio no soportaría este trato; sin embargo, la mujer lo convirtió en argumento para su petición.

Para Meditar: El ocuparnos de los asuntos espirituales de la iglesia no debe distraernos al grado de pasar por alto las necesidades espirituales que existen afuera, menos aún por causa de prejuicios. ¡Seamos portadores de la gracia salvadora de Jesús!