La transfiguración (Mr 9:2-13; Lc 9:28-36)

Mateo 17:1-8 “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.
Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo”. 

Había pasado aproximadamente una semana después de los sucesos del capítulo anterior. Jesús toma a su círculo cercano de discípulos y los lleva aparte a un monte alto – la crónica no dice cuál es ese monte- la tradición señala que fue en el monte Tabor donde se llevó a cabo la transfiguración.

Este monte fue escenario de grandes acontecimientos en el AT como el que describe el libro de Jueces: “ella envió a llamar a Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: ¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón; y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos?” (Jue 4:6).

Sin embargo, algunos estudiosos señalan que en los tiempos de Jesús había una ciudad en la cima del monte Tabor por lo cual es poco probable que este haya sido “ese lugar aparte” que escribió el evangelista Mateo. Es probable que el monte de este pasaje, se refiera al monte Hermón.

Nota Doctrinal: La transfiguración es uno de los acontecimientos más trascendentales del ministerio de Cristo. Es comparable con la experiencia de Moisés al descender de otro monte: Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios (Ex 34:29). Otra experiencia similar la tuvo Daniel, después de su ayuno de 21 días, un varón vestido de lino vino a él: Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud (Dn 10:6). Sin duda que esta es la presentación de Jesús “como el hijo amado, en quién el Padre se complace”. Es la anticipación a la glorificación definitiva de su cuerpo y al levantamiento de su señorío ante toda potestad y todo nombre que se nombra de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra.

Esta manifestación se da en la intimidad de sus discípulos cercanos, tiene el propósito no solo de confirmar su divinidad sobre cualquier personaje que los judíos admiraran, ejemplo de esto es la narrativa de Hebreos 1: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: “Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy,  y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo?” (Heb 1:5).

Definitivamente, el escritor a los Hebreos reconoce en todo lo que vale a Moisés, pero jamás se compara con el Señor Jesucristo, “Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo”(Heb 3:3). En consecuencia, en este acontecimiento tan importante para Cristo y sus discípulos, Dios mismo separa las potestades representadas en Jesucristo, Moisés y Elías. Cada uno representando los ministerios los cuales en tiempo y forma cumplieron los propósitos de Dios: la ley con Moisés, los profetas con Elías y la gracia infinita de salvación por Jesucristo. El padre puntualiza: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.”

Para Meditar: Transfigurar viene del latín transfigurāre y quiere decir “hacer cambiar de figura o aspecto a alguien o algo”. Sin duda que esta experiencia fue única para los discípulos, Pedro inmediatamente da su mejor opinión y propone la construcción de tres enramadas. ¿Qué pensaría Pedro? ¿Estaría poniendo a Moisés y Elías al mismo nivel que Jesús? ¿Estaría pensando en su propia comodidad, pues era tan preciosa la experiencia que querían disfrutarla por más tiempo? Preguntas que quedan para nuestra reflexión.

Lo que si queda claro fue la reflexión posterior que Pedro hace de este acontecimiento: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad” (2 P 1:16).

Las experiencias espirituales que Dios concede a sus hijos son personales y edifican las vidas de aquellos que las experimentan. Siempre se tienen que sopesar con la norma de la Palabra de Dios y la guianza del Espíritu Santo.

Podemos aprender de Pedro que los impulsos emocionales en el reino de Dios, no siempre serán aprobados por Él. Notemos que Dios no reprende a Pedro por esta reacción emocional, solo le instruye para enseñanza de los discípulos presentes y los que habrían de creer por la palabra de ellos.

El temor que los discípulos sintieron fue un temor reverencial por la experiencia que vivieron delante de la presencia de Dios. Como siempre Jesús se acerca y les infunde paz, al alzar sus ojos, los discípulos no vieron sino a Cristo mismo. Moisés y Elías habían desaparecido de su vista, confirmando una vez más la superioridad de Jesucristo.

Sin embargo, no se tiene que menospreciar la “visita” de Moisés y Elías, puesto que tenía un propósito definido y era ser apoyo a Jesús por las horas aciagas que se avecinaban, Lucas hace la referencia exacta: “Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” (Lc 9:30,31). ¿Qué recomendaciones podrían hacer Moisés y Elías al Hijo del Hombre? La experiencia de estos dos grandes siervos de Dios del Antiguo Testamento en la práctica de dependencia total de Dios. La muerte, resurrección y ascensión de Cristo, sin duda que fueron de los temas tratados en esta entrevista.