En definitiva, el padre envía a su hijo pensando que lo respetarían, que no serían capaces de hacer lo mismo, los anteriores enviados eran sólo siervos, sin embargo, al hijo premeditadamente lo sacaron de la viña y lo mataron, nada anterior indicaba que lo fueran a respetar, a pesar de lo cual el padre lo envió, aparentemente, a una muerte segura. Igualmente, Dios envió a Juan y estos “labradores” no dieron muestra de arrepentimiento, de manera que el Hijo tendría el mismo destino.
Los labradores sabían que este último era el hijo del dueño de la viña; los líderes religiosos también sabían que Jesús era el Hijo de Dios, pero la dureza de su corazón no les permitió reconocerlo. Ellos debían estar preparados para cuando viniera el Mesías y recibirlo con el honor merecido, pero no estuvieron listos..