Para concretar el crimen cometido en la persona de Jesús, los principales sacerdotes y fariseos hacen ante Pilato la última petición: una guardia para asegurar el sepulcro, no vaya a ser que, según las palabras de estos dirigentes, aquel engañador resucite.
¡Vaya! Aunque reconocían que Jesús realmente había muerto, su fuero interior no estaban en paz; a medida que pasaba el tiempo una vocecita interna les ponía una señal de alarma. Notemos que se entrevistaron con Pilato después de haber cumplido con ese día tan solemne para los judíos como era el primer día de los panes ázimos.
Bien por ellos, ya que recordaban exactamente la palabra profética dada por Jesús, “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn 2:19). Bien también por la evidencia que estaban preparando para que con pruebas irrefutables quedara escrito por los cronistas bíblicos y extra bíblicos que Jesucristo resucitó con poder y con gloria.
Para Meditar: No obstante que estos miembros prominentes de Sanedrín no nombraran a Jesucristo por su nombre y le colocaran el adjetivo de “engañador”, esto muestra su inseguridad abriendo la posibilidad para que la resurrección sucediera, como realmente así pasó.
Dios es el dueño de los tiempos y de las ocasiones, él es el eje rector de la historia y la historia de la crucifixión y sepultura de Jesús es también nuestra historia, así como la de su poderosa resurrección, porque ha sido adjudicada a nuestro favor.