Mateo 4:2 “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.”

El ayuno era una práctica común para los judíos, por lo que a Jesús no le era desconocida, incluso los fariseos acostumbraban ayunar dos veces por semana. Israel ayunaba en obediencia a ley, para arrepentimiento, perdón y para interceder, es decir, esta práctica estaba profundamente arraigada en sus costumbres.

Para Meditar: En la Palabra de Dios encontramos a tres hombres que ayunaron por cuarenta días. El primero fue Moisés (Ex 34:28), cuando se encontró con Dios en el monte, para que le diera los diez mandamientos. El segundo fue Elías (1 Re 18:8), para encontrarse con Dios antes de ser arrebatado, y ungir a Eliseo como profeta de Dios. El tercero fue Jesús en el desierto. En todos los casos el ayuno tuvo que ver con un íntimo acercamiento a Dios. En Moisés para revelar el pacto de la Ley, en Jesús el nuevo pacto, el de la gracia. Vemos que la práctica del ayuno está profundamente relacionada con obediencia a la Palabra, la búsqueda de intimidad con Dios y de su voluntad. Debe destacarse que Lucas afirma que después de ese ayuno, Jesús volvió en el poder del Espíritu.