Para Meditar: Para cerrar, Satanás, se va a fondo y hace la oferta más atractiva, le ofrece un poder absoluto. Podemos pensar que se trata de una oferta vacía, que no puede dar lo que no es de él. Legalmente, nadie puede ofrecer lo que no le pertenece, La Biblia deja claro que “De el Señor es la tierra y su plenitud, y los que en ella habitan”, sin embargo, también dice, que el diablo es el dios de este mundo (2 Co. 4:4), además, Jesús no objeta esta parte, no dice: - No me impresionas con eso ¿cómo vas a dar lo que no es tuyo? El diablo le dijo: mira la gloria y esplendor de Roma, China, India, Teotihuacán, Persia y el resto de las civilizaciones que entonces existían, son mías, y pueden ser tuyas con solo adorarme. No tuviera valor ni efecto como tentación ni serviría como tal, de no ser cierto que podía darle ese poder y esa gloria. Sin embargo, el imperio de Jesús no vendría como una dádiva del enemigo, Dios le había dicho “… y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra” (Salmo 2). De manera que Jesús sabía de donde le vendría el poder y la gloria.
Dios había dado a Adán el privilegio de administrar la tierra, de enseñorearse de ella, sin embargo, con su caída se hizo esclavo del pecado, por lo que perdió su derecho sobre sus posesiones para ser de quien lo tomó por siervo, por ello, Satanás podía llamarse señor de la tierra. Dios había dado la autoridad al hombre y este la cedió al diablo.
Por siempre, el hombre ha sucumbido ante el efecto del poder, se dice, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente; incluso, muchas veces vemos como a personas oscuras se les da una insignificancia de poder y se vuelven déspotas. Este no fue el caso de Jesús, Él reconoció a Dios como el único digno de adoración, y contestó con la Palabra “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás.” (Dt. 6:13)
Nota Doctrinal: La adoración implica el reconocimiento de la deidad, por eso ésta solo se rinde al Señor. También se refiere a la exclusividad que nuestro Dios reclama para sí. “Mi nombre es celoso” (Ex. 34:14) El no comparte su gloria con nadie, de ahí la invalidez del argumento de que todas las religiones son buenas, pues todas llevan a Dios. Eso no es así, solo hay un camino y ese es Jesús, y nadie merece ese honor sino solo él.