El Señor siempre ubica las prioridades en el lugar correcto con el fin de que sus hijos no pierdan la visión de su morada final y lo presenta en dos planos; por un lado, el amor al dinero, ya que esto desencadena otras situaciones que van desde alejar el corazón de Dios hasta enfermedades que desgastan la estabilidad de la persona; y por el otro, el afán y la ansiedad, lo que no es más que una preocupación excesiva por alguna situación en la vida terrenal, de lo que se ocupa en los versículos siguientes.
Dios especificó en la ley dada a Moisés su lugar supremo sobre todas las cosas (Ex 20:4), y en estos versículos remite al mismo principio. No se puede tener en un mismo lugar de importancia a Dios y a las riquezas, entendidas éstas como bienes materiales. El principio aquí es tener a Dios en primer lugar confiando siempre en su provisión.