Por sus frutos los conoceréis, Mt 7:15-20 (Lc. 6:43-44)
Mateo 7:15-20 “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. 20 Así que, por sus frutos los conoceréis”.

Desde el Antiguo Testamento ya había advertencias sobre este tipo de personas que medran con la palabra de Dios y el ministerio, los hubo en la época de Israel: “Sus príncipes en medio de ella son como lobos que arrebatan presa, derramando sangre, para destruir las almas, para obtener ganancias injustas” (Ez 22:27). Así fue también fue en la iglesia primitiva: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hch. 20:29), las dos advertencias tienen el propósito de cuidar al pueblo de Dios.

Para Meditar: Si para el discípulo de Cristo la demanda es alta, cuanto más lo es para el ministro de Dios. Cristo pone el énfasis no solo en el cuidado de no caer en el engaño de los falsos profetas – incluye a cualquier persona que se ostente como ministro- sino también en la evidencia que deben dar los que están ejerciendo un ministerio. No se trata solo de “hacer” sino de “ser”, es necesario que el ministro sea. “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;” (1 Ti 3:2) aquí inicia una larga lista de los frutos que debe dar el que anhela obispado.

Tiempo después el Señor Jesucristo habría de exhibir a los fariseos como expertos en ser maestros de la ley, pero no hacedores de la misma: “Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mt 23:4) la incongruencia de un ministerio se revela cuando un siervo de Dios enseña lo que no practica. De ahí la amonestación de Cristo, “por sus frutos serán conocidos.”

Es algo natural en la vida biológica, los arboles dan su fruto según su género, así lo es también en la vida del espíritu. Todo ministro debe haber nacido de nuevo para que el fruto del Espíritu fluya en su vida de forma natural. Los árboles frutales no se esfuerzan sobremanera para dar sus frutos, simplemente viven y en su tiempo dan el producto esperado. Cristo le dijo a Nicodemo: “Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:6).