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Jesús, el buen pastor, Jn 10:7-21  

Jn 10:16-18 “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”

Jesús menciona que hay un trabajo más que realizar y es traer a otras ovejas, el verbo traer se refiere a guiar o conducir, sin presión u obligación sino que lo harían por voluntad propia y conducidos por aquel que los guía a Jesús, el bendito Espíritu Santo.

Sin duda, que las otras ovejas a las que se refiere el Señor tiene que ver con los gentiles, aquellos que no pertenecían al pueblo de Israel, gente de otras naciones paganos despreciados aun por el pueblo judío ya que ellos se consideraban herederos únicos de la salvación, Jesús está anticipando la formación de su iglesia, su cuerpo, después del pentecostés formada por judíos y gentiles donde Él será el pastor del rebaño (1 Co 12:13; Gá 3:28; Ef 2:16). Cuando se abrió la predicación al mundo gentil, ellos conocieron a Jesús como su Señor y salvador, fueron atraídas a El porque la salvación era para todo el que creyera en Jesús, para que los gentiles conocieran su voz e iniciaran una comunión íntima con su pastor, le siguieron y el Espíritu Santo también se manifestó en ellos. Jesús quiere que haya una unidad, una unión entre las ovejas que ya tiene y las que aún ha de ganar.

El acto más grande de amor del Hijo hacia el Padre y a la humanidad es la entrega de su propia vida, no significa que por ese acto el padre ame más al hijo, sino más bien es la muestra del amor del Padre al mundo. En los escritos de Juan se remite mucho al término mandamiento, en su evangelio lo menciona once veces y en las epístolas diez y ocho; esto nos dice lo importante que era para Jesús obedecer la voluntad del Padre, pero a su vez dejar esta enseñanza a sus hijos. Ahora bien, el plan fue perfecto, el Hijo por voluntad propia pone su vida, la cruz no fue por el odio de los religiosos o una falla en el plan. El mismo lo declara, nadie se la arrebata, ni el enemigo, ni los que gritaban crucifícale, Jesús siempre tuvo las cosas bajo control prometiendo que la volvería a tomar una vez cumplida su misión.

La resurrección era la culminación para la redención del ser humano, esto solo Dios podía hacerlo, es por ello por lo que con toda propiedad se puede decir que Jesús es Dios, en el habitaba el poder, esto significa, autoridad, libertad, habilidad y derecho, quien más que El santo y sin mancha, la frase “pongo mi vida “se repite tres veces en este capítulo enfatizando que su entrega fue voluntaria en armonía con su Padre celestial.

Nota de carácter Ético: Sin duda que el único que puede ostentar este título del buen pastor es el Señor Jesús, pero bien harían los ministros y pastores contemporáneos tomar la enseñanza que este pasaje sugiere, reconociendo que el llamado a este alto compromiso como pastor de una iglesia conlleva una responsabilidad implícita por un lado, de cuidar y alimentar con principios genuinos, sin diluirlos ya que el alimento que los hijos del Señor requieren, deberá ser apegado a sus mandamientos y preceptos, y por otro, defender al rebaño de cualquier lobo que quiera dañarles, entendido este como cualquier persona que trate de hacer caer a alguno de los seguidores de Jesús. Atender a la iglesia viviendo bajo los principios éticos que la palabra declara, con pasión y compasión por el rebaño, por amor a Jesús, y no por ganancias deshonestas (1 P 5:2), ni como un asalariado que hace solo lo que le corresponde, sino que va más allá sabiendo que del Señor tendrá la recompensa.