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El complot para matar a Jesús, Jn 11:45-57 (Mt 26.1-5; Mr 14.1-2; Lc 22.1-2)  

Jn 11:46-52 "Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho. Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.”

La iglesia del Señor Jesucristo es heterogénea, está compuesta por todos los sectores sociales y económicos, aunque Pablo previno al respecto en 1 Corintios 1:26: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;”, sin embargo, en el caso de este pasaje, se puede ver que había gente infiltrada que no estaban de acuerdo con el milagro de poder que hizo Jesús al resucitar a su amigo Lázaro. Como siempre, Jesús provoca sentimientos encontrados, puede haber una aceptación total a su ministerio o un rechazo absoluto a su trabajo. Siempre habrá personas que quieran hacer daño a la obra, así que un grupo de personas fueron a denunciar el hecho a los fariseos, opositores recalcitrantes de Jesús. De inmediato se forma el consejo para armar el complot y matar Jesús.

Para meditar: Algunas de las personas cuando se les comparte el evangelio y aun cuando ven los milagros palpables del Señor Jesucristo, pueden reaccionar como este grupo de manera contraria. Así mismo, se puede llegar a la conclusión que en muchas ocasiones el ser testigos presenciales de los milagros de Dios no garantiza que estas personas sean sensibles a la voz de Dios y tengan un espíritu dócil para ser conducidos a la fe en Jesús. Al contrario, el corazón puede endurecerse y ocasionar daño a la obra de Dios.

A continuación, se puede ver como se inicia el proceso para conspirar contra Jesús, la cual lo llevaría a la crucifixión. Había llegado la hora de parar el exitoso ministerio de Cristo, la expresión: “este hombre hace muchas señales…” es una afirmación despectiva para no mencionar su nombre, los prejuicios que los individuos tienen contra el evangelio jamás les ayudarán a aceptar su condición pecaminosa.

Es por ello que este sumo sacerdote es usado por Dios para hacer cumplir cuando menos las profecías de Isaías 53:5,10 y 11: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados...  Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada… Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.” Realmente para ellos era un asesinato, significaba quitar de en medio a aquél que les estorbaba poniendo como excusa una verdad sociológica y política que sonaba como cierta: “… y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”.

Nota controversial: De esta manera, la expresión: “Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;” da pie para recordar a aquellas personas que son usadas por Dios a pesar de tener un estilo de vida que no está respaldado por la palabra de Dios. ¿Los dones de Dios son irrevocables? Algunos piensan que no, pero que terrible es ser usado por Dios y no tener una vida íntegra. El caso de este sumo sacerdote muestra que a pesar de estar en contra del ministerio de Jesús, Dios le usa con la palabra profética que se necesitaba en esa hora.

Esta descripción sería incompleta si no analizamos los tiempos actuales en los cuales muchos ministerios y clérigos son acusados de vivir y de predicar doctrinas que no están sustentadas con el rigor de una sana interpretación y exégesis de la palabra de Dios, están imbuidos en la lógica del mercado religioso y de una mercantilización de la fe a ultranza, así como de corrientes doctrinales que se oponen flagrantemente a los más elementales principios básicos de la fe por la cual en los primeros tiempos de la cristiandad algunos contendieron “… ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).