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Jesús anuncia su muerte, 12:27-36  

Jn 12:27-30 "Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez. Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado. Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.”

¿Tenía Jesús alma humana? Según este pasaje y otros similares se habla de la completa identificación con la naturaleza humana que Jesús asumió en la encarnación. Toda la gama de sentimientos, emociones, e impresiones profundas del ser humano se ven en la vida terrena del Señor (Jn 11:33; 13:21). Es significativo que en este evangelio que tiene como propósito afirmar la Deidad de Jesús, y en el cual se presentan múltiples testimonios al respecto, se muestre de cerca y plenamente la humanidad de Él. Se dijo de Jesús, se estremeció, se conmovió en “espíritu” (11:33; 13:21), también, que se turbó en su “alma” (12:27) y por supuesto, que se cansó y tuvo hambre en su “cuerpo” (Mt 4:2; Lc 4:2; Jn 4:6). El hijo del Hombre vivió y venció aquí en la tierra, siempre, conforme a nuestra semejanza, (Heb 4:15; 1 Ts 5:23).

Espíritu, “pneuma” Es la parte inmaterial e invisible del hombre (Lc 8:55; Hch 7:59); también el elemento sensible del hombre, aquello por lo que percibe, reflexiona, siente, desea.
Alma, “psique” denota el aliento, el hálito de vida, y por ende el alma, en sus varias acepciones como el asiento de las emociones (Hch 14:2, 22). El aliento de vida, la vida natural. El fundamento de la personalidad (Lc 9:34) (Diccionario del Nuevo Testamento W. E. VINE)

Durante el ministerio de Jesús, en tres ocasiones se oyó la voz del Padre desde el cielo testificando del Hijo. En el bautismo (Mt 3:17), En la transfiguración (Mt 17:5), y en esta ocasión, cuando se oyó proclamando que había glorificado su nombre y que volvería a glorificarlo.