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Jesús, el camino al padre, Jn 14:1-14  

Jn 14:9-14 "Jesús le dio: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú, Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuanta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis al Padre en mi nombre, yo lo haré.

Hasta el momento de este comentario, el énfasis se centra en conocer a Jesús, no solamente como persona, sino como Hijo de Dios.

El maestro responde a la pregunta de Felipe incluyendo a todos, al mencionar vosotros, pero vuelve al discípulo confrontándolo directamente. Alrededor de tres años llevaba Jesús con ellos, y Felipe, fue uno de los primeros discípulos, y no lo conoce aún. El conocimiento que pide Jesús no es teórico, sino el que se adquiere por la relación y el tiempo, y este conocimiento abre los ojos espirituales para ver con claridad. Conocer a Jesús hace que se le vea como el Hijo de Dios, y al verlo como Hijo es posible ver también al Padre.

Las palabras de Jesús yo soy en el Padre, y el Padre en mí (10, 11), son otra revelación en la relación entre el Hijo y el Padre, donde el Hijo es en el Padre y viceversa, no se pueden separar, hay una relación y unidad irrompible entre ambos. Por lo tanto, las palabras del Padre indiscutiblemente son las del Hijo, y las obras del Hijo de igual manera son procedentes del Padre, y no pueden ser diferentes por la esencia y propósito entre los dos. Jesús ordena creer en Él como Hijo de Dios y no como una persona que estaba a punto de dejarlos.

Para Meditar: En la unidad del Hijo y el Padre hay un motivo de reflexión y crecimiento espiritual. La unidad va más allá de todo entendimiento humano, pero está ahí clara como el agua. Palabras y hechos de uno y otro están entrelazadas hasta observarse que en su comunión íntima el Hijo es en el Padre y el Padre en el Hijo. Este conocimiento conduce a la afirmación de Jesús con relación a las obras, las cuales provienen del Padre y las hace el Hijo, por lo que el creyente tiene en esta verdad la promesa de que puede realizarlas, y aún mayores. La unidad entre el Hijo y el Padre es importante pero también se enfatiza la unidad entre sus seguidores y el Hijo.

Otra perla de conocimiento dada por Jesús en este discurso es que el Padre es glorificado en el Hijo. La exaltación al Padre es a través del Hijo, por eso es imprescindible entender la fórmula que se menciona aquí, lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré. Es importante notar que por el contexto las obras del Padre son para la salvación del hombre y las obras del Hijo en su ministerio terrenal fueron para mostrar el camino de salvación, por lo tanto, las obras que el creyente puede realizar y la respuesta a las peticiones hechas al Padre a través del Hijo están relacionadas con la salvación, no son obras egoístas, sino para salvar a otros. Y donde hay oraciones respondidas debe haber exaltación al Padre celestial.

Para Meditar: Toda fe y esperanza debe ser puesta en Jesús el Hijo de Dios, someterse y entregarse a él es imprescindible. El que tiene esta fe en el Hijo, puede dirigir la oración al Padre con fe de que pueden ocurrir las cosas porque es Dios mismo el que hará que su poder se manifieste.

Nota Doctrinal: Aunque la unidad entre el Padre y el Hijo es profunda e indivisible, es claro también observar que son personas distintas dentro de la divinidad. El hecho de que el Hijo va al Padre, y el Hijo intercede ante el Padre son una muestra irrefutable de esto; es decir, que el Hijo y el Padre son distintas personas en un mismo Dios..