Jesús expresa claramente el amor por sus discípulos. El amor inefable de su Padre hacía él es la medida de su amor para con ellos. El amor del que habla, en el cual les pide permanecer, no es el amor de ellos hacía Cristo, sino del amor de Él por ellos (Ro 8:39). Jesús, al llegar al final de su vida humana, echa una mirada hacia atrás y comprueba que el amor de su Padre jamás le ha faltado (Jn 5:20; 8:29; 10:17) y que Él mismo ha amado siempre tiernamente a los que su Padre le dio (Jn 13:1).
La obediencia a Jesucristo es otra pauta de la vida cristiana con fruto y es prueba de que se es un verdadero discípulo. El Señor Jesús dejó ejemplo de obediencia al Padre por el amor que hay en la divinidad, el cual produce en el cristiano fiel el deseo de observar los mandamientos de Cristo.