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JUAN CAPÍTULO 16  

El mundo os aborrecerá, Jn 16:1-4a.  

Jn 16:1-4a “Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo. Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. Más os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho". 

Todo lo que el Señor dice lleva un propósito: “estas cosas os he hablado” se repiten en 14:25 y 15:11. En este capítulo introduce el tema de las persecuciones venideras. Jesús tiene cuidado de advertir a sus discípulos acerca de las persecuciones que tendrán que padecer. Les ha dicho, camino al huerto, acerca de la relación que deben mantener con él, y del odio del mundo hacía Cristo y hacia ellos. Las palabras que anteceden y las que siguen en este pasaje son dadas con el propósito de “que no tengan tropiezo” (Mt 11:6; 13:21; 24:10). El testimonio que ellos den les provocará serias dificultades y persecuciones, ante tales situaciones, podría decaer su fe y valor, podrían “escandalizarse”; en otras palabras, podrían angustiarse y pensar en abandonar la labor. En una ocasión Jesús había preguntado a sus discípulos: ¿Queréis acaso iros también vosotros? (Jn 6:67), ahora la opción es diferente, los invita a permanecer confiados en la trascendencia de su labor.

Ser “expulsado de la sinagoga” significa la excomunión. Para los judíos la sinagoga no era solamente un lugar para adorar a Dios sino era parte integral de su existencia, era el centro de la vida social y donde recibían la instrucción. Ser expulsado era quedar aislado de la comunión y de la mayoría de las actividades de la sociedad, era un castigo atroz, era casi comparable a la misma muerte.

Jesús advierte que serán perseguidos, expulsados de las sinagogas y hasta los entregarán a la muerte. “Aún viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios”. Un principio rabínico que se lee en el Talmud dice: “quien derrama la sangre del impío iguala a quien hace un sacrificio”. Puede ser que la persecución sea producto que un falso fanatismo, pero casi siempre tiene lugar por parte de grupos religiosos extremistas que están convencidos de que al matar a los discípulos de Jesús rinden culto a Dios. Saulo de Tarso es un ejemplo de ello. Mostró un celo extremo por la Ley, persiguiendo a los discípulos del Señor (Hch 26:9-11).

Hay entonces una verdad ineludible para el cristiano: es factible morir a causa de su testimonio. ¿Cuál es la razón de la persecución? Es la ignorancia sobre Dios, de su amor y de su Hijo Jesucristo. “Harán esto porque no conocen al Padre ni a mí”.