El recuerdo de las palabras de Jesús en los momentos de angustia extrema, sostendría a los discípulos ayudándoles a entender que el odio del mundo no les era propio, sino que se hallaba fundado en la hostilidad del corazón del hombre contra Dios (Jn 15:18,19).
Estas palabras de Jesús ahora tomaban un sentido real (Mt 5:10-12; Lc 6:22,23). Él ha estado con ellos y el odio del mundo ha sido dirigido a él. Pero está por marcharse. Este anuncio de su partida entristeció a sus discípulos, quienes no comprendían que era mejor que se fuera, pues sería enviado el Consolador. El Señor mira a sus discípulos afligidos y fuertemente impactados, ni siquiera hacen preguntas, están inmersos en pensar que quedarán solos y con la amenaza de ser perseguidos.