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La oración intercesora, Jn 17:1-26.

Jn 17:9-19 “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.

Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad ".

En este momento supremo, los discípulos llenaban el pensamiento de su maestro y solo por ellos oraba: “yo ruego por ellos”. La exclusión que hace del mundo no quiere decir que haya dejado a un lado a la humanidad y la tenga destinada a la condenación. Pensar de esta manera contradeciría el ejemplo que nos dejó Jesús, pues fue Él quien ordenó orar aun por los que nos ultrajan y nos persiguen (Mt. 5:44), y Él a su vez oró por sus verdugos (Lc 23:34).

La oración de Jesús es a favor de los discípulos (17:20). La frase “todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío” proclama la unidad absoluta y esencial del Padre y del Hijo (Jn 10:28.30). Los discípulos son dignos de lo que pedía su maestro, no solo porque le pertenecen, sino porque el Salvador ha sido glorificado en ellos.

Para Meditar: La expresión “he sido glorificado en ellos” es una de las más hermosas que pueden ser pronunciadas por Cristo respecto a alguno de sus discípulos. Representa su satisfacción por los resultados logrados por sus seguidores. Una reflexión pertinente: ¿Podrá decir lo mismo de mí?, ¿Estoy glorificando a Cristo con mi vida?



Jesús presenta al Padre tres peticiones a favor de sus discípulos:

1. “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre” (17:11). Ruega por protección para sus discípulos pues dentro de muy corto tiempo los dejará. Ya no podrán verle más yendo delante de ellos y llamándoles para que le sigan, como el buen pastor. Se quedarán en este mundo enemigo de Dios y de su reino, donde encontrarán a cada paso nuevos peligros. “En tu nombre” es la expresión de todas las perfecciones que Dios desplegará en favor de ellos para preservarlos del mal. Su fidelidad está empeñada en guardarlos hasta el fin. Están encomendados ahora a los entrañables cuidados del Padre que nunca duerme ni se cansa (Is 40:28)

¿De qué deben ser guardados?

• Del mundo, pues los aborrecerá, los perseguirá y aún llegará a quitarles la vida (15:18, 20; 16:2).

• Del maligno, que buscará destruir al rebaño (Mt 6: 13; Jn 17:15).

Satanás lanzará sus dados contra los discípulos (1P 5:8), empezando con Pedro, pero el Maestro ya ha rogado por él para que fuera librado (Lc 22:31). Los demás, tendrán sus momentos críticos y necesitarás protección divina. Aquí no puede ser incluido Judas, pues él no pertenece al grupo, pues “es hijo de perdición”. Esta frase es un hebraísmo, en el cual el término “perdición” indica un principio que determina la vida moral de un hombre. La misma frase aparece en 2 Ts 2:3, y se aplica al Anticristo.

¿Cuál es otro importante propósito de ser guardados? En el versículo 11 dice: “para que sean uno, así como nosotros”. La petición del Maestro es que sean llevados a esa unidad del Padre y del Hijo. El pecado ha causado división entre los hombres y alejamiento de Dios. El propósito de la redención es elevar nuestra humanidad a la unidad que el Hijo posee con su Padre. Jesús les dijo a sus discípulos: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros” (Jn 13:35). ¡El amor de Dios une! (Hch 4:32; Ro 12:16; Fil 2:2; 1 P 3:8).

2. “Que tengan mi gozo cumplido en sí mismos” (17:13). Esta oración la pronuncia el Señor en voz alta a fin de que sus discípulos, oyéndola, sean asociados a su gozo. La intención es que, al escuchar estas palabras, las retengan en sus corazones, sean llenos de consuelo y que puedan apoyarse en ellas con alegre firmeza en los momentos de aflicción. Uno puede estar en el mundo y soportar el odio del mundo sabiendo que el Señor está cerca. Esto es suficiente para vivir a plenitud su don de gozo (Jn 15:11; 1 Ts 4:18; Stg 1:2; 1 P 1:6-9).

3. “Santifícalos en tu verdad” (17: 17). Esta es la tercera petición que sale de la boca del Señor. El término griego (ἁγίασον= santificados, hacer santos, consagrar) significa consagrar, dedicar o tratar como santo. Los discípulos no son del mundo, pero son enviados al mundo para hacer su obra. A fin de que no olviden su diferencia del mundo y con ello pierdan el filo acelerado de su testimonio, necesitan ser santificados. Jesús pide que todas las fuerzas de los discípulos, sus talentos, su vida entera, sean marcados con el sello de la consagración a esa grande labor que es la salvación de los hombres. La verdad divina es un medio de santificación: “en tu verdad”. Es por su Palabra que comprendemos en qué consiste nuestra consagración al Señor Jesús, cómo dedicarnos a él, en qué medida y de qué forma (Dt 6:5; Jn 17:17; 1 Ti 4:5).

Para Meditar: Ser guardados, vivir llenos de gozo y ser santificados, parecen ser las prioridades de Jesús para sus discípulos. Quizá deban ser también una prioridad para todo creyente en todo tiempo. Habitar bajo la sombra del poderoso nombre de nuestro Dios; preservar el gozo de la salvación y mantener una comunión profunda con Dios que permita conservar la santidad que Él demanda de los suyos. Trabajemos cada día por lograr esto y la victoria será asegurada pues es lo que Jesús desea para nosotros.