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Jesús ante Pilato, Juan 18:28-40.

Jn 18:29-32 “Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado. Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir ".

El juicio del Señor se desarrolla tanto adentro del pretorio como afuera. Son siete las preguntas que el gobernador romano realiza en todo el pasaje de 18:29-39. Si hubiese prestado atención a la respuesta de cada una de ellas, hubiera llegado a dos conclusiones. Primero, realizar un juicio justo y así liberar a Jesús de la muerte. Segundo, encontrar la salvación de su alma y obtener vida eterna.

Pilato pregunta: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Es muy probable que ya sabía la respuesta, pues los soldados romanos tomaron parte en el arresto de Jesús. Los judíos no tenían acusación sólida contra Jesús y contestan de una forma indirecta, pero expresando su deseo de darle muerte: “Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado” (18:30). El malhechor era un ladrón con experiencia, un delincuente, un hombre malvado y sin escrúpulos. Esta clase de hombres eran los que, según la ley romana, merecían ser crucificados.

En la ley judía debía morir “aquel que blasfemare el nombre de Jehová” (Lv 24:16), y todo el pueblo debía apedrearlo. Pilato sabe que Jesús es inocente, no es un malhechor, por lo tanto, no debe ser crucificado. Por eso les dijo: “Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley” (18:31).

Notable explicación nos da el evangelista Juan para llamarnos la atención sobre el hecho de que Jesucristo no sufrió el suplicio usual entre los judíos, sino que “todo esto sucede para que la palabra de Jesús se cumpla” (Mt 20:19).