La conversación entre la samaritana y el Señor Jesús había llegado a su fin. Los discípulos traen al Señor el alimento físico que había estado esperando, aunque para ese momento, Jesús había perdido todo deseo de comer. De igual manera en la samaritana se disipó su necesidad de agua física, al tomar el agua espiritual, pues dejó su cántaro. Los discípulos, aunque extrañados de observar a su maestro hablando con una mujer, no preguntaron nada. Entre tanto, la mujer corre a su ciudad y el “agua viva” que acababa de tomar, “se convierte en una fuente” de bendición a sus conciudadanos. Comenzó a testificar acerca del Mesías y por su testimonio muchos “hombres” vinieron a él (39). Samaria comenzó a ser evangelizada por una mujer.