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Jesús, la luz del mundo, Juan 8:12-20  

Jn 8:18-20 “Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais. Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora”

La pregunta de los fariseos: “¿Dónde está tu Padre?”, denota dos cosas: primero, deja ver que lo que Cristo acaba de pronunciar acerca del testimonio de su Padre, simplemente les entró por un oído y les salió por el otro. Y segundo, la pregunta es ofensiva, indirectamente apelan a su nacimiento que, para ellos fue algo turbio. Es muy difícil lograr que una persona entre en razón una vez dispuesta a bloquear su entendimiento y rechazar toda verdad, con mayor razón cuando está dentro de un grupo. Se evidencia la falta de conocimiento que del Padre tienen los enemigos de Jesús, pues para conocer al Padre hay que hacerlo por medio del Hijo, pero son claras las palabras de Jesús en su respuesta: “Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais”.

“…el lugar de las ofrendas”, así era llamado en ocasiones el atrio de las mujeres, por el hecho de que en ese lugar se colocaban una serie de recipientes en forma de trompeta, que tenían la función precisamente de recaudar fondos o donativos para diversas causas. Es en dicho lugar donde el Maestro expresa esta enseñanza; es en dicho lugar donde, una vez más, nadie se atrevió a prenderle, “porque aún no había llegado su hora”.