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La mujer adúltera, Juan 8:1-11  

Jn 8:2 “Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba”

Acostumbrado a recorrer los caminos para entrar en las aldeas y enseñar, así también, estando en Jerusalén, iba al templo, sobre todo porque era un lugar muy concurrido; en esta ocasión, lo hizo “por la mañana”, es decir, de madrugada, al amanecer. El Señor fue un experto en redimir, y no perder el tiempo, lo aprovechaba al máximo. Era característico también que, “todo el pueblo vino a él”, pues sus palabras eran de vida eterna (6:68), tan claras, contundentes, y con autoridad que, aún los alguaciles, enviados por los principales sacerdotes y fariseos para prenderle, no pudieron más que permanecer pasmados ante la frescura de su enseñanza (7:46). Siempre será interesante ver a Jesús sentado, y enseñando, algo así como dictando cátedra o disertando sobre un tema de importancia, al más puro estilo antiguo. Así Jesús, teniendo al pueblo como alumnos, “y sentado él, les enseñaba”.