Jesús acusa a fariseos y a intérpretes de la ley, 11:37-54  

Lc 11:37-41 “Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa. El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer. Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro? Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio”.

Como en otras ocasiones un fariseo invitó a Jesús con todas las claras intenciones de buscar en qué prenderlo. El Señor aceptó y se sentó a la mesa. El fariseo miraba cada movimiento que hacía y no tardó en encontrar algo “malo”. Jesús no se lavó (debía lavarse las manos, sumergiéndolas totalmente en agua) antes de comer. La razón no era la higiene, sino el ritual que se “quebrantaba”. Las tradiciones de los ancianos eran muchas y a veces abrumadoras. El fariseo pensaba que siendo Jesús un rabí debería de haber sabido y cumplido con estas “tradiciones”.

El “ahora bien” pronunciado por Jesús, es una introducción interesante, es como si momentos antes el Señor hubiera dado una enseñanza y ahora proseguía. Pero en ningún instante previo existió una cátedra, sino que el Señor conociendo los pensamientos de reprobación del fariseo, le corrigió en público. ¿Qué sintió al verse descubierto? El Señor continúa la disertación y hace una clara separación entre él y los doctores de la Ley: “vosotros los fariseos”. Así es, ellos son un grupo exclusivo difícil al que no pertenecía Jesús. Consagrados, como su nombre lo indica, se dedicaban a ser muy puntillosos a la hora de obedecer los mandamientos, incluso, añadían más y más preceptos. Destacar entre ellos era muy difícil; al parecer Saulo logró descollar en esta secta ya que era fariseo de segunda generación (Hch 23:6). Pablo afirma que esta era una secta muy rigurosa (Hch 26:5). Sin embargo, con los siglos su nombre pasó a ser sinónimo de un religioso muerto e hipócrita (Mt 23).

El fariseo “limpiaba el vaso y el plato sólo por fuera, pero por dentro estaba lleno de rapacidad y de maldad”. Ellos tenían “autoridad para decir lo que era limpio”, sus propias vidas parecían “limpias”, pero sólo en apariencia. Buscaban aprovecharse de la necesidad de los demás. Las intenciones no eran lo que parecían, pues con maldad aprovechaban cualquier excusa para sacar provecho personal, no les importaba la pureza sino su propio placer maligno. Jesús les dio el título de “necios”. Dios no pide solamente que se limpie el exterior sino lo interior. Un vaso limpio, espiritualmente, da, en lugar de pedir.