Jesús pronuncia seis “ayes” que, cual racimo de uvas, caen agolpados sobre los fariseos y los escribas. El primer y segundo “¡ay!” va dirigido a los fariseos. El tercer “¡ay!” incluye a los dos grupos, y del cuarto al sexto a los escribas solamente. Mateo aumenta la lista a ocho “¡ayes!” (Mt 23:13-29). El primer “ay”, es para contrastar la conducta de diezmar meticulosamente y pasar por alto la justicia y el amor ágape de Dios. Ellos no tenían misericordia y buscaban con rapiña los bienes de las viudas.
El segundo “ay”, aunque parece ser dirigido a los fariseos, los escribas estaban incluidos. El Señor Jesús reprobaba la actitud de un hombre que decía llamarse religioso y profesar la piedad, pero que está dominado por el poder, la vanidad, la arrogancia, la falta de amor y de misericordia. Se puede decir, que todo en el fuero interno de un escriba y de un fariseo era tinieblas, puesto que su ojo era malo. En el tercer “ay” el Salvador ya incluye a los escribas en la sentencia, y los calibra al nivel de los fariseos, les llama: “hipócritas”. El hipócrita se relaciona con un actor, debido a que manifiesta actitudes y acciones que realmente no siente (el evangelio de Marcos usa el vocablo una sola vez, 7:10; Lucas en cuatro ocasiones, pero en Mateo tiene quince apariciones). Jesús compara a los escribas y fariseos con sepulcros que no se ven. El pisar un sepulcro era contaminación ritual. Las tumbas, al igual que los religiosos, son podridos por dentro y dañan su entorno con su impureza. El creyente debe evitar liturgias legalistas que solo muestran el exterior, dado ques lo importante es el interior del hombre.