Parábola del hijo pródigo, Lc 15: 11-32

Lc 15:25-32 “Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos 30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. 31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”.

Por último, y para cerrar con esta parábola, Jesús hizo referencia sobre el hermano del hijo pródigo, quizá para referirse a los fariseos y los escribas quienes le acusaban por sentarse con los publicanos y pecadores. El hijo mayor acusó a su hermano menor de infidelidad al padre. También lo acusó de desobediencia y despilfarrar el dinero de manera indiscriminada. Por otra parte, le recuerda a su padre sobre su propia rectitud y esfuerzo, comparándose con su hermano que indiscutiblemente había pecado. Por esta razón, aquel hermano mayor no quería entrar a la fiesta, se apartó enojado y se amargó, esto aun y cuando el padre le rogaba que entrara.

Una de las cosas más destacables en estos últimos versículos, quizá sea el profundo y hermoso amor del padre para con el hijo mayor, que se refleja de la siguiente manera:

Primero, le rogó para que entrara a la fiesta. El padre deseaba celebrar juntos la regeneración del perdido. Le expresó su deseo de verlo a su lado y celebrar que finalmente la familia estaba completa. En este sentido, a nosotros Dios nos hace ver que el padre busca la unidad en el amor fraternal y el vínculo de la paz (Efe4:3).

Segundo, el padre le hizo saber que, aunque la fiesta era para su hermano, él nunca había pasado desapercibido. “Tu siempre estás conmigo” reflejaba que nunca lo hacía de menos y que valoraba su compañía siempre. Dios nos ama a todos, nunca pasamos desapercibos en su presencia, y aunque a veces parezca que Dios está ocupado bendiciendo a otros, Él nunca nos deja olvidados.

Y tercero, el padre le recordó a su hijo mayor que no había nada en la casa que no fuera también de él. Por lo tanto, la generosidad del padre era para él también. Sin embargo, tristemente el hermano mayor no podía disfrutar de las riquezas del padre, debido a su amargura y rencor.

Para meditar: Finalmente, Jesús termina recalcando de nuevo la necesidad de celebrar el regreso de aquel hijo pródigo “era necesario hacer fiesta y regocijarnos”. Los creyentes de años deben regocijarse con los pecadores que llegan a la congregación y no sentirse desplazados en la atención que se les brinda a los nuevos. Incluso a veces ser desplazados muy pronto por las habilidades que muestran en la música o en el liderazgo. No gusta, pero es obra del Señor. Mostrando una buena actitud, ya la iglesia encontrará formas de aprovechar la experiencia y premiar con otras posiciones.

Este es el mismo patrón que siguió Jesús tanto en la parábola de la oveja perdida, como en la de la parábola de la moneda perdida. El hecho de que un pecador es encontrado, regenerado y restaurado, para Dios es un gran motivo de alegría y felicidad. La salvación de las almas es lo más importante para El, y nuestra motivación debe ser siempre que el hombre sea alcanzado por la gracia de Dios.

Construir edificios es bueno, trabajar en programas sociales y ayudar al necesitado quizá también pueda ser edificante para el cuerpo de Cristo; pero una persona que vuelve al Señor, otros que son sanados de cáncer o de enfermedades incurables y desde luego ver a un hijo, o incluso a un padre, regresar a casa debe ser siempre la máxima satisfacción a la que un ministro y el liderazgo deben aspirar. Porque esa es la razón por la que Cristo murió en la cruz, para dar su vida en rescate por muchos (Mr 10:45; Mt 20:28)