Los versículos 41-44 registran el lamento del Hijo del hombre por la ciudad de Jerusalén que ocurrió justo antes de su entrada triunfal y es exclusivo de este evangelio. El Señor Jesús y la multitud aún están fuera de la ciudad, pues Lucas dice que estaba cerca de ella. Contrario al regocijo de la gente que lo acompañaba, al ver Jesús de cerca la ciudad, lloró sobre ella lo que indicaba la profunda compasión del Salvador por su propia nación, ya que, anticipa a la vez las calamidades que sufrirán al ser rechazado por ellos. En seguida hace una descripción profética de dichos eventos y las causas que lo producirán.
Nota exegética: La palabra griega traducida lloró aplicada a Jesús, es el verbo griego klaio y significa “llorar en voz alta”. En Juan 11:35, donde se dice también que Jesús lloró ante la tumba de Lázaro, se emplea el verbo griego dakruo el cual significa “derramar lágrimas en silencio”. En Betania Jesús se conmovió ante la tumba de su amigo Lázaro y lloró en silencio, era por Lázaro sólo. Ahora llora intensamente y en voz alta porque se trataba no de una persona, o de una familia sino por una nación entera. Las lágrimas de Cristo aún nos alcanzan a nosotros también.
La descripción de las calamidades que sobrevendrían a los judíos como nación se especifican con la conjunción ilativa “y” cinco veces repetida en estos versículos. Cada detalle de esta predicción de la ruina de Jerusalén se cumplió a cabalidad cuando el General Tito, en el año 70 D.C. sitió la ciudad con sus legiones romanas hasta hacerla capitular. En cuanto a la expresión tus enemigos te rodearán con vallado, el historiador judío Flavio Josefo relata que, cuando los romanos sitiaron Jerusalén, primero colocaron una cerca alrededor de la ciudad de madera la cual los judíos incendiaron y que luego levantaron otro vallado pero de piedra. La destrucción de la ciudad sería total al punto de no quedar piedra sobre piedra quedando las ruinas de la ciudad al ras de la tierra.
La causa de tan vasta destrucción de la ciudad de Jerusalén se resume en las palabras conmovedoras de Jesús al decir por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación el cual debía traer paz y prosperidad para la nación.
La expresión el tiempo de tu visitación es un hebraísmo bien conocido por los judíos de aquella época. En las Escrituras, el día de visitación de Dios para una persona, familia o nación, significaba que traería algo bueno o malo, en el sentido más estricto, se refiere a salvación o juicio. Por ejemplo, en el cántico de Zacarías en 1:68, 78, Zacarías alaba y bendice a Dios quien ha visitado y redimido a su pueblo con la llegada del poderoso salvador.
Para reflexionar: Cada individuo, ciudad, nación o aun toda la humanidad tienen su propio “día de visitación” de parte de Dios. Es un momento, tiempo o época de oportunidad en el cual Dios se acerca y tiene un trato especial con cada persona. Dios puede hablar a través de los acontecimientos de la vida diaria como a través de alguno de sus mensajeros y es responsabilidad de cada creyente prestar atención a ese “día de visitación” para gozar de las bendiciones de Dios.