Anuncio del nacimiento de Jesús, Lc 1:26-38  

Lc 1:26-30 “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”. 

Ubicando en el tiempo, el escritor menciona que al sexto mes del embarazo de Elisabet (1:36). El ángel Gabriel (la segunda de tres apariciones que se registran en este periodo: la primera a Zacarías (1:11) ésta a María (1:26) y luego a José (Mt 1:20), es enviado a una ciudad poco conocida de la región de Galilea llamada Nazaret para dar un mensaje a una virgen. Lucas repite dos veces la palabra virgen, para resaltar el cumplimiento de Isaías 7:14 “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” una doncella llamada María comprometida con José de la descendencia de David.

En la actualidad, a pesar del libertinaje, se piensa mal de las señoritas que están comprometidas para casarse y salen embarazadas, sobre todo si el novio no reconoce la paternidad del niño. En muchas ocasiones se llega a romper el compromiso. En una cultura tan estricta como la del pueblo judío, si llegaba a suceder eso, la mujer era culpada de adulterio y era digna de muerte (Gn 38:24).

El saludo del ángel le pareció extraño, pues esta joven, a diferencia de Zacarías y Elizabet, no estaba pidiendo un hijo, y desde luego que no sabía que era la elegida por Dios para llevar en su vientre a su Hijo. En los diferentes pasajes donde se narra la aparición de los ángeles se encuentra la frase: “no temas”. Le dice que ella ha encontrado gracia delante de Dios porque era una mujer obediente y devota.

Nota Doctrinal: La religión popular adora a María como madre de Jesús y utiliza la frase que encontramos aquí: “bendita tu entre las mujeres”. María merece el reconocimiento, pero el único que merece la adoración y la gloria es Jesús quien nos ha rescatado del pecado. Una mujer exclamó entre la multitud “Bienaventurado el vientre que te trajo y los senos que mamaste. Y Jesús le dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lc 11:27,28). Sólo Dios merece la adoración y la alabanza.