Los enemigos del Señor lo atacan por tercera vez, según la narrativa de Lucas, pero ahora a través de una pregunta que era motivo de debate teológico en los círculos religiosos. Los dos partidos religiosos antagónicos sobre el tema de la resurrección de los muertos eran, por un lado los fariseos, y por el otro, el de los saduceos. Los fariseos creían firmemente en la resurrección de los muertos basándose en algunos pasajes del Antiguo testamento como Isaías 26:19 y Daniel 12:2. Al contrario, los saduceos creían que no hay resurrección y que tanto el alma como el cuerpo dejan de existir al morir la persona (Hechos 23:8).
El caso presentado por los saduceos probablemente era un caso hipotético inventado por ellos a fin de confundir a sus acérrimos enemigos los fariseos y a otras sectas que también creían en la resurrección. En su modo de pensar, consideraban que la vida resucitada, tenía su paralelo en la vida terrenal actual. Si esto fuera así, se preguntaban, de cual de los siete hermanos que tuvieron a la mujer. Los saduceos aparentaban creer, por consiguiente, que la resurrección implicaba la reunión de los cónyuges terrenales en la otra vida.
El caso presentado por los saduceos se basaba en la costumbre judía denominada “matrimonio levirato” (del latín levir, “cuñado, o hermano del esposo”). Esta costumbre, aunque anterior a la ley (Gén. 38:8), fue regulada por Moisés (Deut. 25:5,6). En síntesis, esta ley prescribía que si un hombre moría sin dejar descendencia, el hermano menor podía casarse con la viuda y tener hijos para él, lo que implicaba que esos hijos serían los herederos legales del hermano muerto y así se daba continuidad al nombre de la familia.