Era tal el asombro y gozo de los discípulos al ver a Jesús, aunque todavía “no lo creían” a pesar de lo maravillados que estaban, que Jesús muy condescendiente les provee evidencias adicionales de que realmente era él al pedirles algo de comer (vv. 42, 43). Todo lo hizo con el fin de demostrar que él no era un espíritu como los discípulos pensaban.