Presentación de Jesús en el templo, Lc 2:21-38 

Lc 2:21-24 “Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido. Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor, (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos” 

Nota Doctrinal: Maravilloso nombre! Dios mismo elige el nombre de Jesús – su nombre personal y humano- para ser el redentor del mundo, ya que en su nombre llevaba su destino, pues su significado es “Salvación”. El nombre del Señor Jesucristo es un nombre propio que expresa soberanía, misión y exaltación. En el Nuevo Testamento nunca se aplica al Padre o al Espíritu Santo, pertenece únicamente al Dios Hijo (Ro 1:1-3,7; Flp 2:9-11 y 2 Jn 3). El Señor Jesucristo en cuanto a su naturaleza humana es el único propiamente engendrado del Padre.

Por lo tanto, él es el Hijo del Hombre quien, por ser Dios, es Emmanuel: Dios con nosotros. El honor es igual para el Hijo que para el Padre, puesto que el Padre ha entregado todo el juicio al Hijo, no es solamente deber expreso en los cielos y en la tierra doblar las rodillas ante él, sino también es un gozo indecible en el Espíritu Santo. Se atribuyen al Hijo todos los atributos de la deidad, para darle la honra y gloria contenidos en todos los nombres de la divinidad..

Existe toda una doctrina sobre el nombre de Jesús. Por ejemplo, algunos usan el nombre de Jesús como fórmula de bautismo, otros como un tipo de receta mágica para la liberación de demonios: “Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? (Hch 19:13-15).

Asimismo, se cuentan veintiún concilios ecuménicos dentro de los cuales se trataron diferentes temas que interesaban a la iglesia y sus jerarcas eclesiásticos, por ejemplo, en el Concilio de Nicea (325 d.C.) se condenó la herejía de los arrianos y se definió que el Verbo es verdadero Hijo de Dios, de la misma substancia del Padre y, por tanto, verdadero Dios.

En consecuencia, los teólogos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, se dieron a la tarea de investigar, si el Jesús de los evangelios y el Cristo de los credos teológicos y doctrinales eran uno y la misma persona. Por supuesto que los teólogos conservadores consideraban que, el Jesús histórico y el Cristo de la fe eran una misma persona. Contrario a los teólogos liberales que creían que el Jesús histórico era muy diferente al Cristo de la fe.