El hombre justo y piadoso llamado Simeón mencionado en este pasaje, que esperaba la consolación de Israel, se encontraba en el lugar y tiempo preciso de Dios, era un hombre lleno del Espíritu Santo y fue movido por él para estar en el templo cuando llevaron al niño Jesús para presentarle al Señor.
El adjetivo “justo” define a Simeón como un hombre que está en concordancia con los estatutos de Dios y reconciliado con él, además de estar plenamente justificado. El otro adjetivo de “piadoso”, lo caracteriza como un varón devoto, consagrado y temeroso de Dios. Con tales credenciales espirituales este hombre mencionado una sola vez en la biblia, lleva a cabo un acto espiritual sin precedente, al declarar que, lo que tanto anhelaba se estaba cumpliendo delante de sus ojos: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación,” se entiende que con este acto Simeón está finalizando su ministerio no institucionalizado, asimismo, hace una poderosa declaración profética respecto al ministerio de Jesús: “La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.” Esta profecía mesiánica incluye no solo al pueblo de Israel, sino a todas las naciones del mundo, lo cual marca un parteaguas en la historia del pueblo de Israel y en el trato de Dios con la raza humana.
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