Presentación de Jesús en el templo, Lc 2:21-38 

Lc 2:25-35 “Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel. Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” 

El hombre justo y piadoso llamado Simeón mencionado en este pasaje, que esperaba la consolación de Israel, se encontraba en el lugar y tiempo preciso de Dios, era un hombre lleno del Espíritu Santo y fue movido por él para estar en el templo cuando llevaron al niño Jesús para presentarle al Señor.

El adjetivo “justo” define a Simeón como un hombre que está en concordancia con los estatutos de Dios y reconciliado con él, además de estar plenamente justificado. El otro adjetivo de “piadoso”, lo caracteriza como un varón devoto, consagrado y temeroso de Dios. Con tales credenciales espirituales este hombre mencionado una sola vez en la biblia, lleva a cabo un acto espiritual sin precedente, al declarar que, lo que tanto anhelaba se estaba cumpliendo delante de sus ojos: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación,” se entiende que con este acto Simeón está finalizando su ministerio no institucionalizado, asimismo, hace una poderosa declaración profética respecto al ministerio de Jesús: “La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.” Esta profecía mesiánica incluye no solo al pueblo de Israel, sino a todas las naciones del mundo, lo cual marca un parteaguas en la historia del pueblo de Israel y en el trato de Dios con la raza humana.

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