El niño Jesús en el templo, Lc 2:41-52 

Lc 2:39-40 “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” 

La asistencia a las tres fiestas anuales que la ley judía señalaba como un mandato para asistir, eran sin duda todo un acontecimiento para la familia nuclear y la familia extendida, amigos y vecinos que planeaban su asistencia con anticipación. Esta es la historia de una visita familiar al templo de Jerusalén con motivo de la fiesta de la pascua.

Asimismo, la frontera entre los doce y trece años para los judíos modernos es la entrada a la adolescencia psicológicamente y biológicamente, aunque para los judíos antiguos esta edad era considerada ya como de un adulto. Curiosamente una niña judía de doce años es considerada Bat mizvá y un niño judío es aceptado como Bar mizvá a los doce años. Se aduce que las niñas maduran más rápido que los niños, de ahí la diferencia de aceptación en cada uno de los rangos. La ceremonia Bar mizvá es un ritual maravilloso que convierte a un niño en un hombre. Públicamente repite una serie de oraciones en donde se reconoce heredero de Abraham, Isaac y Jacob, con todas las responsabilidades y privilegios de obligarse a sí mismo a cumplir las ordenanzas judías y a ser cuidadoso en transmitirlas a sus descendientes, para que la fe judía no termine nunca.

Eso quiere decir que Jesús llegó a la fiesta siendo un niño y salió siendo un hombre, consciente de su lugar en la familia como hijo mayor. Esto puede explicar también su comportamiento de adulto

El consenso de los estudiosos señala que no existió descuido de la familia cercana y extendida de Jesús cuando éste se quedó en Jerusalén sin avisar a sus padres. También que no se percibe rebeldía en la respuesta de Jesús cuando éstos le reconvinieron por la angustia pasada por este exabrupto. Era costumbre pues, viajar a este tipo de celebraciones en grandes compañías donde cada integrante de la familia escogía caminar libremente, en este ínterin es cuando sucede la desaparición momentánea de Jesús.

Realmente la nota importante de todo esto es la entrevista de preguntas y respuestas que Jesús tuvo con los Doctores de la ley, ésta era la manera de enseñar en ese tiempo, al estilo de la famosa mayéutica practicada por los filósofos griegos (método de preguntas y respuestas) y que posteriormente Jesucristo usara con frecuencia para enseñar a sus discípulos. ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Esta respuesta del joven Jesús muestra claramente que él ya entendía el propósito por el cual estaba en esta tierra, contrario a sus padres terrenales que simplemente “no entendieron las palabras que les habló”.

Para Meditar: La culminación de este pasaje describiendo la sujeción de Jesús a sus padres, es una clara enseñanza de obediencia para las juventudes modernas tan proclives a la emancipación temprana: “Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos”. Esta es la clave para una vida plena y un desarrollo integral, que un joven sea sabio y físicamente sano, así como tener la bonhomía suficiente para estar en buena relación con la gente, es realmente un don de Dios, Jesucristo tuvo todo esto y aún más, la unción de Dios sobre su vida.