Jesús de Nazaret, Lc 4:16-30 (Mt 13:53-58; Mr 6:1.6)  

Lc 4:25-27 “Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.” 

En esta narrativa Lucana, el autor incluye la remembranza de dos hechos históricos importantes que tienen que ver con dos grandes profetas reconocidos por todos: Elías y Eliseo con sendos milagros de poder y de gloria. Es en este momento precisamente cuando Jesús empieza a tender el puente hermenéutico y de misericordia hacia los gentiles, personas no gratas a los ojos de los judíos e impresentables para cualquiera de ellos. La viuda de Sarepta de Sidón, un lugar corrupto e idólatra y el general Naamán, del poderoso ejército Sirio, el mismo pidió permiso para doblar rodilla junto al rey en el templo de Rimón. Pues bien, Jesús frente a frente, les dice que Dios se ha interesado y se sigue interesando por personas de la peor calaña para extender hacia ellos su brazo de misericordia, de gracia y de salvación.