El propósito de Jesús de salir a un lugar desierto, fue para orar, estar a solas con su padre celestial, cuando nadie lo distraía, pues la base de su éxito era la comunión con su padre. El ser buscado por las multitudes y el caminar a otras ciudades para predicar el evangelio no era con la misma intención que los fariseos y saduceos tenían al hacer prosélitos, como los acusara el mismo Jesús (Mt 23:15). No, la intención era cubrir en el menor tiempo posible la geografía donde nació y más allá, con el mensaje y ministración en el poder del Espíritu Santo y mostrar el amor, la misericordia y la gracia de Dios primeramente a las ovejas perdidas de Israel, para posteriormente ir tendiendo el puente de gracia a todos los pueblos. Por algo Jesús declaró en Juan 10:10b “…Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
Nota Litúrgica: Para el creyente no hay mayor gozo que estar en comunión con el padre celestial, la oración ocupa un lugar primordial en los cultos públicos y en los privados. A través de la oración damos gloria y alabanza a Dios, también hacemos peticiones y súplicas. Jesús dejó un gran ejemplo, después de atender a la gente se retiraba a orar en lugares apartados, en ocasiones durante toda la noche. Algo que cada iglesia local debe disfrutar en bendecidas vigilias.