Jesús sana a un paralítico (Mt 9:1-8; Mr 2:1-12)  

Lc 5:17-26 “Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.  Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?  Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.  Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas”. 

Estamos ante una reunión de estudio bíblico, cuyos principales oyentes no eran precisamente sus seguidores y discípulos, sino un nutrido grupo de gente importante en la religión judía compuesto por escribas, doctores de la ley y fariseos. La intención de estos visitantes no era precisamente la de aprender del maestro, por el contrario, buscar la forma de oponerse a sus palabras.

La expresión de Lucas “El poder del Señor estaba con él para sanar” (V 17), es una clara alusión a lo que en su segunda carta llama “La unción del espíritu santo y poder otorgada por Dios en su ministerio terrenal” (Hch 10:38).

Nota doctrinal: El poder del Espíritu Santo en Jesús le dio las capacidades sobrenaturales para ejercer ese precioso ministerio respaldado en señales y milagros; Ese mismo poder está vigente hoy en día para todo creyente dispuesto a pagar el precio en comunión con el Espíritu Santo y consagración al servicio de la proclamación del evangelio.

A continuación se describe a los hombres que introducen por el tejado de la casa a un paralitico, ya que por causa de la multitud no pudieron de otra forma. Lucas el historiador hace hincapié en la observación de Jesús con las palabras: “al ver la fe de ellos” (5:20 a). Este hecho singular, valió el reconocimiento que Jesús hace a los amigos del enfermo ya que el narrador lo registra en las palabras inspiradas.

Nota histórica: Las típicas viviendas palestinas eran de solo 6 mts. De largo y albergaban no más de 50 personas. El acceso al techo era por una escalera externa, de modo que se podía llegar sin impedimento. El techo era fuerte como para poder caminar sobre él; no obstante los materiales eran de ramas y juncos sobre las vigas cubiertas de barro seco. Esto haría posible que fuese relativamente fácil descubrirlo y bajar al paralitico. ¿Por qué entonces Lucas escribió de un típico techo romano de tejas en lugar de uno palestino? Algunos creen que Lucas, quien escribe para los griegos simplifica el evento para hacerlo más comprensivo a sus lectores acostumbrados a ver solo casas de tejas al estilo romano. N. Geldenhuys, op. Cit, P. 189 comenta: “Con toda la influencia gentil en palestina en ese tiempo, ¿Por qué no podrían tener techos tejados algunas casas judías? “, descubrimientos recientes demuestran que en la época neotestamentaria comenzaron a usarse las tejas y Palestina no quedo excluida de esto.

Después de ver la extraordinaria fe de sus verdaderos amigos que hicieron lo impensable por ayudar al necesitado y ponerlo del Señor para sanarlo, él simplemente comenzó por suplir la más importante necesidad humana, la del alma diciéndole: “Hombre, tus pecados te son perdonados”. Este hecho incomodó a los incrédulos religiosos ahí reunidos quienes comenzaron a pensar mal de Jesús cuestionando su autoridad para perdonar pecados, atributo que solo le correspondía a Dios, pensaban ellos. Jesús, en su omnisciencia conocía sus pensamientos y demostrando su autoridad divina le dice al paralitico: “a ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa” y causando gran asombro glorificaban todos a Dios diciendo: “Hoy hemos visto maravillas”, lo cual pone en evidencia que en esa reunión, previo a este grande milagro hubieron muchas otras señales en beneficio del pueblo ya que el poder del Señor estaba sobre el para sanar, bendito sea el Señor Jesucristo.