Apenas los hombres de Juan se retiraron, la gente que estaba presente en el momento de los diálogos quizá pudo haber tenido alguna duda sobre la figura del Bautista, así que el Señor defiende el ministerio de tan singular personaje.
¿Qué saliste a ver al desierto? En una diatriba digna de un gran maestro judío. El Rabí comienza a enseñar utilizando cuestionamientos que no eran para ser respondidos, sino herramientas al más puro estilo de su tiempo. Este estilo se denomina mayéutica y se le atribuye al filósofo griego Sócrates6. El Señor era maestro usando este estilo. No esperaba una respuesta cuando lanzaba una pregunta, buscaba una reflexión.
La realidad es que las personas “salieron a ver” a Juan al desierto; es decir, ellos fueron por decisión propia hasta un lugar inhóspito para escuchar su poderoso mensaje, ¿Acaso fueron a ver una caña sacudida por el viento? Pero Juan no es una caña zarandeada, en realidad es una roca con un ministerio poderoso. (Ver nota en Mt 11:7-11)
La hermosa retórica del Maestro prosigue en su tesis. Las preguntas fluyen bien encadenadas: ¿Qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Y en esta ocasión el Señor responde el mismo la cuestión puesto que había que aclarar el papel de Juan. Jesús dijo “Sí, es un profeta, y ¡es más que un profeta!”. De un golpe coloca a Juan como el profeta con el ministerio de Elías, y se posiciona él mismo como el Mesías al que Juan le abrió el camino. La gente tuvo que reflexionar en ello, pues delante suyo tenían al Cristo que tanto esperaban.
6 Carlos Rojas Osorio, El asombro del pensar: la filosofía en el ámbito de las humanidades (Isla Negra, 2000)67