Al momento de un gran terror lo conducente es colocarse bajo “las alas del Omnipotente”: Jesús, quien plácidamente dormía. Cuando alguien tiene su confianza puesta en el Dios vivo, duerme bien donde los otros gritan desesperados (Sal 4:8; 23:4). Lo que pasa a continuación es bellísimo por la candidez de la narrativa. Jesús despertó y reprendió vientos y olas encrespadas, “y cesaron, y se hizo bonanza.” Una pequeña bonanza se ve grande luego de una gran tormenta.
Para meditar: Cuando una tempestad arrecia todos sentimos temor, en nuestro caso, la gran ventaja es que Cristo está en la barca. No importa lo que venga, no importa que “esté durmiendo”, el Señor está dentro de la nave. Siempre debemos tener la confianza en que él es fiel. Es imposible que nuestra vida zozobre pues está el dueño de la vida con nosotros.