El endemoniado gadareno, Lc 8:26-39 (Mt 8:28–34; Mr 5:1–20)  

Lc 8:28-29 “Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes. 29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)" 

Se escucha el grito de quien ve a su castigador venir al fin contra él. El hombre se postró, quizá debe decirse: los demonios dentro del hombre se postraron ante el único que merece gloria. Esta reverencia nos hace recordar Filipenses 2:10: “ que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla”. Este miserable individuo según Marcos 5:5 se hería con piedras y de noche y de día, se la pasaba gritando, no dormía, estaba atormentado por una legión.