Pedro y sus compañeros, tenían mucho sueño, estaban “rendidos” por tanto trabajo, pero lucharon con su somnolencia y pudieron ver la maravillosa transfiguración. Lograron ver la gloria de Jesús y a los dos personajes que estaban con él. El siguiente texto nos muestra lo que pudo suceder en sólo veinte o treinta segundos. Moisés y Elías se apartan, momento que aprovecha Pedro: Señor, hagamos tres enramadas” (como en la fiesta de Los Tabernáculos) para cada uno de los varones (Jesús, Moisés y Elías); “no sabiendo” lo que decía. Así es, la amabilidad de Pedro es una muestra de ignorancia, los seres que estaba viendo venían del cielo y el otro era su Maestro, estaban en una dimensión diferente y el apóstol, medio dormido y medio ignorante, hace una propuesta inútil, muy amable pero inservible. El texto es duro con el pobre Simón: “no sabiendo lo que decía”.